viernes, 1 de junio de 2012
Apellidos de origen judio
miércoles, 21 de marzo de 2012
Los 'Schindler' españoles
El Mundo .21-01-2012
Enlace a documentos pdf sobre los Schinler españoles
El verano de 1944 Budapest había dejado de ser una ciudad tranquila y glamourosa y el destino ideal para un joven diplomático como Ángel Sanz Briz, que actuaba como encargado de Negocios en la legación española en la capital húngara.
En sus calles los esbirros nazis hacían notar su presencia y los judíos vivían en un estado de terror continuo. A sus 34 años, este zaragozano sentía que no podía permanecer impasible mientras a su alrededor miles de personas eran despojadas de todos sus derechos y bienes materiales.
Pero no sabía muy bien qué hacer. Sus informes enviados al Ministerio de Asuntos Exteriores español explicando la desesperada situación de los judíos en Hungría no obtenían respuesta y la situación, lejos de mejorar, se agravaba con el paso de los días.
Ángel Sanz Briz. | E.M.
"El Gobierno español se limitaba a no decir nada, a mirar para otro lado. Él pedía instrucciones y nadie respondía, probablemente sus informes eran guardados convenientemente en un cajón por el funcionario de turno", explica en declaraciones a EL MUNDO esta semana el embajador José García Bañón, casado con Pilar, una de las hijas de Sanz Briz.
Los judíos sefardíes
"La posición del Gobierno franquista en aquellos momentos era muy difícil. El régimen estaba muy ligado a Alemania por la ayuda que había recibido durante la guerra, y debía pensar que salir con un registro diferente en un tema tan sensible para los nazis como era el de la cuestión judía podía ser visto como una especie de traición", añade el diplomático.
Por eso, y viendo que no iba a poder contar con ningún tipo de ayuda, Ángel Sanz Briz empezó a actuar por su cuenta. En un principio, se acogió al Real Decreto de Primo de Rivera de 1924, que contemplaba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los judíos sefardíes, descendientes de los judíos expulsados de España en 1492 durante el reinado de los Reyes Católicos.
Después, como en Budapest no eran muchos los sefardíes y la situación era cada vez más alarmante, decidió conceder salvoconductos, cartas de protección y pasaportes a todos los judíos que buscaran su ayuda, y para evitar tener excesivos con problemas con los nazis intentó ganarse la benevolencia de la máxima autoridad alemana en Hungría.
"Hizo toda suerte de malabarismos para salvar al mayor número posible de personas. Incluso llegó a alquilar una serie de casas que pagaba con dinero de su propio bolsillo para que los judíos estuvieran a salvo mientras arreglaba su salida de Hungría", explica García Bañón. Se trataba de ocho casas bajo protección española en las que se podía leer 'Anejo a la legación de España. Edificio extraterritorial'.
Sanz Briz alquiló ocho casas y las puso bajo protección española
Cuando los rusos se encontraban a las puertas de Budapest, en diciembre de 1944, Sanz Briz se vio obligado a dejar la capital húngara rumbo a Suiza, siguiendo las órdenes del Ministerio de Asuntos Exteriores y, tras un tiempo en Madrid, partió rumbo a San Francisco.
"Nosotros, su familia, no supimos nada de esta historia hasta mucho tiempo después. Él nunca dijo nada ni dejó ningún testimonio escrito. Siempre nos pareció raro que acudieran a la embajada judíos que se reunían con él en su despacho y se mostraban agradecidos, pero nada más", comenta su yerno y en su día colaborador del diplomático.
Pero como en otros muchos casos, los reconocimientos se hicieron esperar. En 1991, el Museo del Holocausto Yad Vashem de Jerusalén lo distinguió con el título de Justo entre las Naciones e inscribió su nombre en el memorial del Holocausto. Tres años más tarde, en 1994, el Gobierno húngaro le concedió a título póstumo la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara.
Visados para la libertad
Sin embargo, el conocido como 'el Ángel de Budapest' -que salvó a más de 5.000 judíos de las garras nacionalsocialistas- no fue el único diplomático español que pensó que no se podía mirar hacia otro lado cuando estaba en juego la vida de miles de personas. Desde París, Budapest, Berlín, Bucarest, Salónica y Sofía, otros diplomáticos ofrecieron su ayuda a miles de judíos aprovechando las oportunidades que les ofrecían sus cargos y las buenas relaciones que mantenía España con Alemania. Son los 'Shindler' españoles y al igual que el famoso empresario alemán Oskar Schindler impidieron que más judíos murieran en el Holocausto.
Aunque lo hicieron a título personal. El régimen franquista se limitó simplemente a hacer la vista gorda, preocupado ante las repercusiones que pudiera tener en la buena relación que mantenía con Hitler una posición más beligerante en la cuestión judía. "El Gobierno español no hizo nada, nunca hubo unas instrucciones de Madrid para que se salvara a los judíos. Hubo diplomáticos españoles que miraron a otro lado. Pero ahí está siempre el debate: ¿la heroicidad es moralmente exigible?", afirma Miguel de Luca, diplomático y Secretario General de Casa Sefarad-Israel
'El régimen franquista no hizo nada, se limitó a mirar a otro lado'
Para algunos la respuesta a esa pregunta era sencilla: no podían permanecer indiferentes ante el terror. Así, no dudaron en aprovechar sus contactos con las autoridades alemanas y locales, en expedir documentos de protección, pasaportes y salvoconductos para evitar que miles de judíos fueran enviados a los campos de concentración y exterminio nazis. "En total por la actuación directa o indirecta de España durante la II Guerra Mundial se salvó la vida de 35.000 judíos", confirma De Luca.
Héroes silenciosos
Pero el paso del tiempo silenció su gesta. Ni siquiera tener una nieta famosa, como la actriz Helena Bonham Carter, le sirvió a Eduardo Propper de Callejón para abandonar el olvido. Primer secretario en la embajada española en París, puso en peligro su vida para proteger a miles de personas. Firmó documentos que sirvieron como salvoconductos hacia la libertad y puso a resguardo obras de artes y bienes pertenecientes a judíos a los que nazis pretendían expoliar. Pero su compromiso tuvo desagradables consecuencias en su vida profesional. Fue sustituido por Ramón Serrano Suñer y murió en 1972 sin recuperar su cargo y sin obtener el reconocimiento que merecía su gesto desinteresado.
Una defensa también encendida de los judíos sefardíes y de sus bienes fue la que llevó a cabo el diplomático español Julio Palencia en Bucarest. Tras conocer que el artífice de la solución final Adolf Eichmann había incluido a los judíos búlgaros en el programa de exterminio alemán, Palencia removió cielo y tierra para evitar que se cumpliera su funesto destino. Su insistencia le valió el apodo del 'amigo de los judíos', como le llamaban despectivamente los alemanes. Pero lejos de amedrentarse ante la animadversión que le profesaban los nazis, Palencia no dudó en oponerse a la ejecución del judío búlgaro, León Arié. No lo logró pero sí consiguió que las autoridades búlgaras le permitieran a adoptar a los dos hijos de Arié y su madre pudiera vivir en la residencia oficial con un pasaporte diplomático español.
Valentía, coraje y determinación
Desde Atenas, el cónsul Sebastián Romero Radigales salvó a más de 800 judíos sefardíes invocando el Real Decreto de 1924 de Primo de Rivera. Pese a que, en un primer momento, sirvió para evitar su traslado a los campos de la muerte; ante la falta de respuesta de Madrid para hacerse cargo de sus nacionales, los nazis terminaron encerrando a este grupo de sefardíes en Bergen Belsen, un campo destinado a los prisioneros de países neutrales.
Salvaron obras de arte y bienes de los judíos del expolio nazi
"Sin embargo, Romero Radigales no cejó en su empeño por salvarlos y siguió enviando informes jurídicos insistiendo en que se trataba de un error", explica De Luca. Su insistencia dio finalmente frutos y tras seis meses de cautiverio los liberaron y los llevaron en un tren a España. "Uno de los supervivientes me contó algo realmente sorprendente, me explicó que un oficial de las SS fue uno a uno dándoles la mano y pidiéndoles disculpas en nombre del Tercer Reich. Pero se salvaron sólo gracias al empeño de Romero Radigales", añade el diplomático.
Una determinación como la que demostró el agregado agrícola de la embajada de Berlín José Ruiz Santaella y su mujer, Carmen Schrader. En su casa de las afueras de Berlín ocultaron como personal doméstico a tres judíos, que consiguieron así salvar su vida. "No importa tanto el número, porque como dice una frase del Talmud quien salva una vida, salva a toda la humanidad", afirma convencido De Luca.
Hoy, día 27 de enero, se recuerda en todo el mundo a las víctimas del Holocausto, pero también a aquellos que no permanecieron impasibles frente a la barbarie nazi.
La valentía y la solidaridad mostrada por estos diplomáticos españoles puede verse en la exposición Visados para la libertad, una muestra organizada por la Casa Sefarad-Israel, que actualmente se expone en el Centro Cultural Buero Vallejo de Alcorcón (Madrid) hasta el próximo 29 de abril.
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/26/internacional/1327597355.htmlLa cultura sefardita avanza hacia su renacimiento, según el profesor Haim
El profesor Abraham Haim, coordinador del Instituto para la Investigación de la Herencia Sefardita y Oriental de Jerusalén, opina que la cultura de los judíos sefarditas avanza hacia su renacimiento, en un movimiento que "conecta con la tendencia mundial a la busca de las raíces de los pueblos, y que se está traduciendo en instituciones, estudios y publicaciones sobre el tema, así como en una revitalización del judeo español, la lengua conservada por las comunidades expulsadas de España ahora hace 490 años". El profesor Haim se inscribe en esta tendencia, y en este momento pasa por España, becado por el Consulado General Español en Jerusalén, para continuar su aprendizaje del castellano y su investigación sobre las comunidades sefarditas en Israel después de 1492.
Artículo publicado en El Pais el 4 agosto de 1982
El tema de investigación del profesor Abraham Haim es, precisamente, la historia de la comunidad sefardita de Jerusalén, que se remonta a los momentos de la expulsión de los judíos de España, en 1492. "Ahora", dice, "se cumplen 490 años de la fecha en que expiraba el plazo dado por los Reyes Católicos a los judíos para que abandonaran el país. En su dispersión, los judíos españoles no fueron a un solo lugar, sino que se refugiaron en Europa, el norte de Africa y, sobre todo, en el Imperio otomano, cuyo sultán les recibió con una orden especial, que les permitía sus actividades y asentamiento en las provincias y ciudades de su imperio. En Salónica, en Estambul, en Sofía, y también en Israel, se instalaron comunidades"."Según la tradición", dice Abraham Haim, "la comunidad sefardita de Jerusalén empezó en 1267, con el viaje del rabino de Gerona Mahmánides el Ramban, que cuenta que vio sólo dos pintores judíos. La historia comprueba, en cambio, que el asentamiento sefardita más importante comenzó a partir de 1516, cuando Israel fue conquistado por el imperio Turco-otomano, a sus dominadores cairotas. Ese fue el momento en que numerosos judíos españoles, que ya vivían en las provincias del imperio estambul, pasaran a Israel y fundaran comunidades en Hebrón, en Tiberíades, en Safed y también en Jerusalén. Concretamente Safed, la ciudad que recogió y continuó la kabala sefardita, ha firmado un acuerdo de ciudades hermanas y gemelas con la ciudad española de Toledo hace dos años".
Cierto aire reivindicativo
Los estudios sefarditas, en los que tiene mucha importancia el Instituto que fundaron la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Federación Sefardita Mundial y el Consejo de la Comunidad Jerusalmitana, tienen, aparte el valor puramente ilustrativo e investigador, cierto aire reivindicativo: "Se está corrigiendo una tesis incorrecta: la que decía que los sefarditas, después de la expulsión, contribuyeron poco a la cultura y al pensamiento judíos". Es el contraste existente entre las dos culturas judías, la de origen español y la ashkenazim, centroeuropea y rusa, más poderosa en Israel desde la fundación del Estado en 1948.Antes, cuenta el profesor Haim, las cosas eran distintas. "El Imperio otomano reconocía oficialmente sólo a la comunidad sefardí, hasta 1917, fecha del final del poder otomano, aunque había emigrantes ashkenazim del y aunque, desde mediados del siglo XIX, la emigración, crecida por los pogroms en Rusia y Centroeuropa, les hizo superar incluso en número a la comunidad sefardí. El gran rabino sefardita era elegido por la comunidad y confirmado por el sultán, y tenía un papel político, además del religioso. El se encargaba de las relaciones de los judíos con el Estado, y, entre otras obligaciones, la suya era recaudar los impuestos . que los sefarditas tenían que pagar al Imperio, si bien podía repartir el monto total de la contribución entre las familias, y lo hacía conforme a su situación económica".
"Por otra parte", dice, "los judíos vivían en la Ciudad Vieja, dentro de las murallas, hasta la destrucción del barrio judío, en 1948, con la excepción del barrio de Montefiori, construído en 1860, cuando aumentó la emigración. Los sefarditas de Jerusalén mantuvieron el judeo-español, el español del siglo XV, escrito en caracteres hebraicos, y dio culto a cuatro sinagogas en un solo complejo, que después de la unificación de la ciudad han sido restauradas, aunque ahora comparten los cultos sefarditas con los ashkenazim., El primer hospital judío de Jerusalén fue sefardita también, y ahora se construye uno con su nombre en la ciudad nueva, y su cementerio, en el Monte de los Olivos, está siendo investigado en unas excavaciones, que ayudarán también a fijar las características de las comunidades judías asentadas en Jerusalén durante siglos, sin solución de continuidad".
La Lista de Franco para el Holocausto.
Al final de la II Guerra Mundial, el régimen de Franco intentó con relativo éxito confundir a la opinión pública mundial con la fábula de que había contribuido a la salvación de miles de judíos del afán exterminador nazi. No solo era falso lo que la propaganda franquista pretendía demostrar. En la España del dictador hubo la tentación de contribuir a acabar con el "problema judío" en Europa.La paciente labor de un periodista judío, Jacobo Israel Garzón, ha conseguido que aflorara el único documento conocido sobre el asunto, conservado por obra de la casualidad en el Archivo Histórico Nacional, y proveniente del Gobierno Civil de Zaragoza. Lo publicó en la revista Raíces. A partir de ese trabajo, EL PAÍS ha continuado la indagación y ha reconstruido la historia completa de la frustrada colaboración con el Holocausto. Quiénes fueron sus protagonistas y sus cómplices. Una historia que cambia la Historia.El Archivo Judaico es una prueba de lo que los falangistas de Serrano Suñer pretendían hacer con los judíos españolesLa directriz alerta de que los sefarditas pueden pasar desapercibidos por su "similitud" con el "temperamento" españolJosé Finat, que también fue alcalde de Madrid, hizo amistad con Himmler cuando este visitó España en 1940El 13 de mayo de 1941, todos los gobernadores civiles españoles reciben una circular remitida el día 5 por la Dirección General de Seguridad. Se les ordena que envíen a la central informes individuales de "los israelitas nacionales y extranjeros afincados en esa provincia (...) indicando su filiación personal y político-social, medios de vida, actividades comerciales, situación actual, grado de peligrosidad, conceptuación policial". La orden la firma José Finat Escrivá de Romaní, conde de Mayalde, el último día de su permanencia en el cargo, porque va a ser relevado por el coronel Galarza. De ese puesto va a saltar en pocos días al de embajador de la España de Franco en Berlín.El conde es un personaje refinado y culto, y muy amigo de Ramón Serrano Suñer, el hombre fuerte del régimen [fue ministro de Interior y Asuntos Exteriores], que es quien le va dando los distintos cargos que ostenta. Ha prestado grandes servicios a Serrano y a Franco, como el de organizar a los policías que, en connivencia con el embajador Lequerica y la Gestapo, utilizando a un siniestro policía de apellido Urraca, consiguió traer a Companys y Zugazagoitia a España para sufrir una burla de juicio y ser fusilados.José Finat hizo buenas migas con Himmler cuando este visitó España en octubre de 1940. Himmler pudo asistir a un espectáculo que le pareció cruel: una corrida de toros en Las Ventas. En esos días, ambos pusieron al día una vieja colaboración firmada por el general Severiano Martínez Anido en 1938. Gracias a ese acuerdo, la policía política alemana goza de status diplomático en España, y puede vigilar a sus anchas a los treinta mil alemanes que viven aquí.Dentro de poco más de un mes, Finat va a ocupar su cargo de embajador en Berlín. Allí podrá entregar en persona a Himmler sus listas de judíos. Si España entra en la guerra, serán un buen regalo para los nazis. Antes va a tener tiempo suficiente para dar una paliza y emplumar por maricón a un cantante, Miguel de Molina. Le ayudará el falangista Sancho Dávila, primo del fundador del partido fascista.El objetivo del Archivo Judaico no consiste en defender al régimen de la posible acción subversiva que puedan realizar los refugiados que pasan por España huyendo de la persecución nazi. Esos son conducidos directamente a Portugal para que se marchen a Estados Unidos, o internados en el campo de concentración de Miranda de Ebro hasta que se sepa qué hacer con ellos. De lo que se trata, sobre todo, es de tener controlados a los judíos españoles de origen sefardí:"Las personas objeto de la medida que le encomiendo han de ser principalmente aquellas de origen español designadas con el nombre de sefardíes, puesto que por su adaptación al ambiente y similitud con nuestro temperamento poseen mayores garantías de ocultar su origen y hasta pasar desapercibidas sin posibilidad alguna de coartar el alcance de fáciles manejos perturbadores".El trabajo no va a ser fácil por esa capacidad de adaptación que tienen los judíos. Sobre todo en lugares que no sean como Barcelona, Baleares y Marruecos, donde había antes de la guerra "comunidades, sinagogas y colegios especiales", y eso permite una mayor facilidad de localización.La circular no oculta la urgencia de la acción. Hay que proteger al Nuevo Estado de la posible actuación de estos individuos, que son "peligrosos".El coronel Valentín Galarza está poniendo patas arriba el ministerio que le ha dejado Serrano Suñer, infestado de falangistas revolucionarios. Pero no va a destrozar toda la obra de su antecesor. El Archivo Judaico se va a seguir completando con carácter de urgencia al principio y con metódica seriedad después.¿No son acaso los judíos y los masones los enemigos fundamentales del Nuevo Estado?Cuando haya pasado el tiempo, el Archivo Judaico será ocultado y sistemáticamente destruido, como toda la documentación comprometedora para el régimen franquista en relación con la persecución antisemita realizada en los años cuarenta. Cuando deje de ser urgente tener listas completas de israelitas y haya que justificar la patraña de que el régimen surgido del 18 de julio ayudó en todo lo posible para que se salvaran muchos judíos de la persecución nazi.En mayo de 1941, cuando se envía la circular, resulta muy significativa la desaparición de las guardias de falangistas de la puerta del Ministerio de la Gobernación. Ya no se trata de que la represión la lleve la Falange por su cuenta, como si fuera un poder autónomo del Estado. Se trata de que el Nuevo Estado asume comportamientos que le identifican con los de la Alemania nazi, pero mediante las instituciones tradicionales, o sea, en este caso, la Policía y la Guardia Civil. Eso sí, "auxiliados por elementos de absoluta garantía".Esos elementos son falangistas entusiastas de la represión, que hay muchos. Porque continúa en funcionamiento la Delegación Nacional de Información e Investigación, con sedes en muchos municipios españoles. Hay más de tres mil agentes del partido repartidos por toda la geografía nacional, que elaboran sin descanso expedientes sobre sospechosos. En el año anterior han escrito más de ochocientos mil informes y han elaborado fichas sobre más de cinco millones de ciudadanos. Los miembros de las delegaciones hacen informes constantes sobre la situación política en cada lugar, sobre el estado de la opinión pública, y sobre los antecedentes políticos de cualquier ciudadano que aspira a un puesto de trabajo. Y tienen el privilegio de participar en interrogatorios policiales y torturas en comisarías o cuartelillos.A veces, fuera de las dependencias judiciales. El ricino y las palizas callejeras están a la orden del día.Con el cambio de destino del conde de Mayalde, los falangistas dejan de ser los que encabezan este tipo de investigaciones, pero están. Siguen estando.Los investigados para el Archivo Judaico no son gente de especial relevancia. Salvo en algún caso, como el del escritor Samuel Ros, amigo íntimo del revolucionario Dionisio Ridruejo, cuya condición de judío levantará las inquietudes de los funcionarios nazis instalados en España. Se da la circunstancia de que Ridruejo es también muy amigo del conde, con el que va a compartir muchas jornadas en Berlín durante su discontinua presencia en la División Azul, el contingente español que va a marchar a Rusia a luchar contra el comunismo a las órdenes del general Agustín Muñoz Grandes.Los hombres de Himmler, a los que el conde de Mayalde ha dado el estatus oficial para que se muevan con soltura por el país, reclaman a la Policía española que les dé detalles sobre las actividades de Samuel Ros. Incluso se atreven a protestar porque se le permita escribir en medios oficiales como el diario falangista Arriba.Otra de las circunstancias llamativas de la circular es que rompe con el antijudaísmo clásico de la católica España. Para la Iglesia, y por tanto para el régimen nacional católico amparado por los cardenales Pla i Deniel y Gomà, un judío deja de serlo si se convierte al catolicismo. Los nazis consideran que se trata de una raza, y el conde de Mayalde expresa claramente su concepción próxima a la de los seguidores de Hitler: los sefardíes, que por "su adaptación al ambiente y su similitud con nuestro temperamento poseen mayores garantías de ocultar su origen". Hay un temperamento español y un origen judío.La fecha en que se emite la circular tampoco es casual. En España se debate desde hace meses la posibilidad de que el país entre en guerra al lado de Alemania. Y los más furibundos partidarios de esta opción son los falangistas revolucionarios, los nacionalsindicalistas que admiran a Hitler y comprenden su política de liquidación del judaísmo.En Francia, las autoridades de Vichy han puesto en marcha, sin necesidad de que los ocupantes alemanes se lo pidan, un Estatuto Judío que incluye un censo. Ya hay muchos miles de judíos franceses o apátridas recluidos en campos de concentración en la zona de Vichy y en la zona ocupada. En todos ellos la autoridad le corresponde a la policía francesa. De esos campos saldrán los trenes de la muerte que conducirán a casi todos los judíos franceses al exterminio en Auschwitz.El más importante está al lado de París, en una localidad llamada Drancy, donde catorce sefardíes españoles han sido recluidos. Un diplomático llamado Bernardo Rolland de Miota, cónsul general en París, intenta, contra las órdenes del embajador Lequerica y del ministro Serrano Súñer, salvarles. No lo consigue, aunque sí puede actuar a favor de otros dos mil que reciben protección de su consulado. Serrano Suñer le hará pagar por su desobediencia destinándole a un oscuro puesto africano. Será declarado por la Fundación Wallenberg "justo entre las naciones", un título al que se harán acreedores otros diplomáticos españoles, como Sebastián de Romero, Eduardo Propper, Julio Palencia, Ángel Sanz Briz o Carmen Schrader.»LA REUNIÓN DE WANNSEE. A las afueras de Berlín hay un plácido barrio de casas residenciales donde muchos berlineses de posición económica acomodada pasan los fines de semana. Antes para alejarse del estruendo de la gran urbe. Ahora para eludir la incomodidad de las alarmas aéreas. El barrio se llama Wannsee, y está construido a las orillas del lago del mismo nombre.Allí se solazan y descansan los responsables de la Seguridad del Estado hitleriano. Los jefes de los Eisantzgruppen, estresados, se recuperan del pesado trabajo de matar en masa a tantos judíos, a tantos partisanos y comisarios bolcheviques. Lo hacen en una casa adquirida por la Seguridad del Reich, que dirige un asesino en masa llamado Reinhardt Heydrich.Heydrich, el virtuoso violinista que, a las órdenes de Himmler, desarrolla la matanza de los judíos, ha hecho balance, y este no es nada bueno. Con gran esfuerzo y un enorme gasto de munición y recursos, se ha conseguido matar solo a un millón de judíos en números redondos, de los más de once que se calcula que están en los territorios del Reich o en las zonas conquistadas. Y lo que no cabe ya, a la vista de la reacción del Ejército soviético, que ha detenido la ofensiva sobre Moscú y Leningrado, es pensar en expulsar a todos los hebreos hasta los montes Urales para que allí se extingan.Hasta octubre de 1941, se ha conseguido que quinientos treinta y siete mil judíos se marcharan de los territorios del Reich. Unos quinientos mil, de Alemania y Austria; los treinta mil restantes, de Bohemia y Moravia. Pero esta política está realmente acabada, porque trae muchos problemas, en plena guerra, negociar transportes, destinos e itinerarios.Mientras a los de las repúblicas bálticas se les mata en bosques o se les enrola por la fuerza en destacamentos de trabajo, en Varsovia sigue habiendo un gueto poblado por decenas de millares de judíos polacos que absorben recursos alimenticios, que obligan a dedicar numerosas tropas a controlarles. No es barato liquidar el problema judío. Los responsables de cada área ocupada se las ven y se las desean para cumplir con una orden muy vaga, la de que cada uno se las tiene que arreglar para matar a sus judíos. Pero eso no es fácil. Hans Frank, el gobernador general de Polonia, ha mostrado su desesperación hace pocas semanas: "No podemos fusilar a esos tres millones y medio de judíos, no podemos envenenarles, pero tenemos que ser capaces de dar pasos para encontrar una forma de llegar al éxito en el exterminio".Es 20 de enero y en el palacio de Wannsee, junto al lago de aguas cristalinas, Heydrich ha reunido a los quince mejores expertos en matanzas porque ha recibido la orden de poner de una vez en marcha la "solución final" de ese problema. Hay que tomarse en serio el asunto, y ordenar los métodos, convertir el empeño en un sistema industrial eficiente en resultados concretos y en términos de economía. Y la consigna debe carecer de elementos que permitan la duda. A partir de ahora está claro que lo que procede es matar a todos, absolutamente todos, los judíos que se encuentran en territorios del Reich o en zonas conquistadas. No solo en esas áreas, sino también en el resto de Europa. Porque quedan muchos judíos en países rendidos o aliados. En casi ninguno de ellos se va a encontrar ningún problema para aplicar la solución. Sí en Italia, que es un aliado dubitativo en este asunto, pero no hay quejas sobre la actitud de Francia.Hitler ha hecho hincapié varias veces en su "profecía" de que, si se produjera una nueva guerra mundial, los judíos desaparecerían de la faz de la tierra. Ahora ya no puede haber vacilaciones. Ya hay una guerra mundial desde que Estados Unidos se han enrolado en ella. Dentro de diez días, en un sitio público, el Sportpalas de Berlín, el Führer va a insistir en ello: "Esta guerra no tendrá un final como imaginan los judíos, con el exterminio de los pueblos arios de Europa, sino que el resultado de esta guerra será la aniquilación de la judería. Por primera vez, la antigua ley judía será aplicada ahora: ojo por ojo y diente por diente".No hay constancia documental de que en Wannsee se hable de España. Se hace notar, simplemente, que allí hay seis mil judíos. Pero su destino está claro, para cuando se pueda atender la relación con este país. Lo seis mil están censados por algún organismo del Gobierno, que ha pasado nota a los representantes alemanes en la Embajada de Madrid. El censo que inició el 5 de mayo de 1941 José Finat, conde de Mayalde, ahora embajador en Berlín. Están todos localizados.Una compleja serie de razones impedirá que España entre en la guerra al lado de Alemania. Eso evitará que los nombres incluidos en el Archivo Judaico pasen a formar parte de los listados de Auschwitz.A finales de 1945, los archivos de los ministerios de Gobernación y de Asuntos Exteriores serán expurgados para que no quede nada que demuestre que la mayor actitud de piedad de Franco hacia los judíos fue dejar pasar a algunos, o soportar en ocasiones la acción individual de los pocos diplomáticos que se la jugaron por salvar vidas humanas.El Archivo Judaico habría sido un hermoso regalo para Hitler. Su conservación, una repugnante prueba de lo que los falangistas de Ramón Serrano Suñer pretendían hacer con los judíos españoles.El cinismo franquista llegó al extremo cuando tuvo que negociar con los aliados vencedores en la guerra la liquidación de las deudas con Alemania. La delegación española se atrevió, ante el escándalo de los representantes aliados, a pedir compensación por los daños patrimoniales causados por los nazis a los sefardíes de Tesalónica. El representante inglés McCombe tuvo que recordar en la reunión que España jamás había protestado por la persecución nazi contra sus compatriotas.
http://elpais.com/diario/2010/06/20/domingo/1277005953_850215.html
Isaac Querub: "España debe castigar la negación del Holocausto"
P. El odio a los judíos está en la historia mucho antes (infinitamente antes) de la existencia del Estado de Israel. Pero es pregunta obligada si determinados comportamientos del Gobierno de Israel les complica la vida a ustedes, los judíos españoles.R. El Estado de Israel no complica ni complicará nunca la vida a los judíos. Al contrario, Israel ha devuelto al pueblo judío la esperanza y la dignidad. No olvide usted que el Estado judío ha sido la gran aspiración histórica del pueblo judío durante 2.000 años. Lo que complica la existencia de los judíos españoles es el odio a Israel y el antisemitismo. Piénselo bien, porque al final es todo lo mismo. Es importante que reflexionemos seriamente: cuando algunos líderes políticos o periodistas contribuyen a la demonización o deslegitimación del Estado de Israel, la única democracia de Oriente Próximo, están irremediablemente haciendo el juego a los antisemitas. ¿Cómo puede ser que en pleno siglo XXI no se rompan relaciones o se aísle a un Estado dirigido por extremistas y fanáticos antisemitas que declaran públicamente que quieren borrar a Israel del mapa? Ni tan siquiera los intereses económicos son un pretexto suficiente. Al final, el precio que se paga es mucho más caro.
Francisco Bueno describe la presencia hebrea en la península Ibérica en 'Los judíos de Sefarad'
"Es una publicación que reivindica a unos españoles de sentimiento y el inmenso legado que nos dejaron", asegura Francisco Bueno, que es autor también del libro Los reyes de la Alhambra y que lleva décadas investigando sobre los judíos españoles. Suya es también la biografía del célebre judío jiennense Hasday Ben Shaprut, cuyos derechos cedió a la asociación cultural Iuventa, que publicó 2.000 ejemplares para dar a conocer a este personaje.Curiosamente, en Los judíos de Sefarad está presente también de forma extensa Ben Shaprut, pues sin su figura difícilmente se podría entender el Califato cordobés. Es a partir de entonces cuando la cultura hispano-hebrea alcanza cotas tan importantes hasta el punto de que llega a convertirse en la edad de oro de los judíos españoles.La publicación trata también de la Inquisición y sus quemaderosEl libro se detiene en los sefardíes de Turquía, Italia o Países BajosEn el libro, presentado esta semana en Jaén, Francisco Bueno analiza la vida y obra de otros muchos judíos españoles como Ibn Negrella, Maimónides, o Ibn Gabirol, "españoles que fueron maltratados por la historia y olvidados durante siglos por una mal entendida identidad que sesgaba una parte fundamental de nuestras raíces actuales", sostiene Francisco Bueno.Sin embargo, el autor del libro no finaliza su aproximación a los judíos de Sefarad en el año 1492, coincidiendo con la expulsión por parte de los Reyes Católicos. Francisco Bueno decide no quedarse ahí, donde muchos dan por terminada la historia judía de España, por considerar que esa historia continúa hasta hoy.En la parte final del libro, Bueno se detiene en el paraíso o la añoranza de Sefarad (como siguen llamando los judíos a su patria de origen). Y es que, como recuerda el autor, Sefarad se convirtió en la tierra prometida para el pueblo de Israel. "El deseo de retornar a una Sefarad que nunca olvidaron a pesar de los siglos transcurridos en lejanas tierras desde su expulsión", indica. El autor habla a partir de ese momento de los sefardíes, herederos de la tradición judeoespañola, con unos apellidos, costumbres, sentimientos y lengua que hacen de ellos los españoles sin patria.El libro brinda la oportunidad de conocer a los sefardíes en Turquía, Italia o Países Bajos, entre otros países, sin olvidar a su vez a los otros judíos, los conversos. La publicación trata también de la Inquisición, sus quemaderos o los estatutos de limpieza de sangre. Y toca además a grandes personajes de ascendencia judía como fray Hernando de Talavera, fray Luis de León, san Juan de Dios o Tirso de Molina."Vivieron en cada una de nuestras ciudades, en pueblos, aquí, junto a nosotros, disfrutaron de este paraíso llamado por ellos Sefarad, enriquecieron nuestra historia y ahora son muchos de ellos españoles de sentimiento, que no conocen España", asegura Bueno. La presentación del libro, acto que organizó la asociación cultural Iuventa, sirvió para conmemorar la entrada de Jaén en la Red de Juderías de España Caminos de Sefarad, de la que forman parte 16 ciudades españolas, entre ellas Córdoba, Barcelona, Toledo, Ávila, Segovia y Cáceres. En Jaén la presencia de judíos está documentada desde el año 612, aunque debieron establecerse mucho antes.
Un niño español y un niño judio en la Bélgica ocupada
Uno, hijo de republicanos, huía de Franco; el otro, hijo de judíos, se escondía de Hitler. Y un matrimonio belga los convirtió en hermanos en 1942.
Juan Manrubia Sánchez, Juanito, tenía siete años, y Zenon Fajertag, dos. “La única condición que los Materne pusieron para esconderme en su casa de Bruselas fue que Juanito, que ya llevaba unos años con ellos, estuviera de acuerdo. Así que mi madre y yo esperamos tres horas a que volviera del colegio. Cuando llegó, le preguntaron: ‘¿Quieres tener un hermanito?’ Y él dijo: ‘¡Sí!’ Así fue como me salvó la vida. No sé qué habría sido de mí si no me hubiera quedado con aquella familia. Sí sé que los niños que capturaron los nazis terminaron muy mal, fueron enviados al Campo de Malines, a Auswichtz...”, cuenta hoy Zenon, de 71 años, que luego cambiaría su nombre por el de Zalman Shiffer.
Su madre, Sara, intentó pagar a los Materne por acoger a su hijo. No hubo manera. “Le dijeron que no lo hacían por dinero, sino porque era su deber. Al final, después de mucho discutir, acordaron que mi madre les llevaría cada día un huevo del mercado negro como pago”.
El padre de Zalman había muerto un año antes. Sola, y aterrorizada por las historias que ya comenzaban a oírse sobre lo que los nazis hacían a los judíos como ella, Sara decidió buscar un refugio para su hijo. “No era fácil porque el castigo por esconder a un judío era la pena de muerte”, cuenta Zalman. “Antes que a casa de los Materne, mi madre me había llevado a un convento. Pero le pareció un lugar demasiado frío, no quiso dejarme allí. Y entonces le hablaron de los Materne...”.
Louise y Joseph Materne eran una pareja valiente, convencidos antifascistas, y sin hijos. Joseph trabajaba en los ferrocarriles y era muy activo en la resistencia: “Llevaba comida y paquetes, participó en misiones para derrumbar algún puente”. Probablemente Louise y Joseph pasaron mucho miedo, pero Zalman nunca lo percibió. “Yo no era consciente de vivir escondido, ni de correr peligro. Para mí, lo peor de aquella época fue que, siendo zurdo, intentaron obligarme a escribir con la mano derecha”.
Juanito no era el primer niño de la Guerra Civil española que los Materne acogían en su casa. Durante la contienda, 5.000 pequeños españoles fueron evacuados a Bélgica. De ellos, 3.350 eran vascos, como los dos niños que los Materne acogieron en 1937. “Volvieron a sus casas cuando el País Vasco se pacificó”, recuerda Zalman. Y entonces, en marzo de 1939, llegó Juanito.
No iba solo. Juanito llegó a Bruselas con sus tres hermanas: Paquita, Dolores y María. “Al llegar a Bélgica los separaron y los enviaron a cuatro familias distintas, que mantuvieron el contacto para que los hermanos se vieran. Mi madre también se arriesgó muchas veces para venir a verme”, prosigue Zalman. A principios de 1944, cuando se intensificaron los bombardeos de los aliados sobre Bruselas, los Materne se mudaron a una casa en un pueblo a las afueras y la madre de Zalman, que había estado escondida en distintos lugares, se unió a ellos.
Al terminar la guerra, Sara, que entonces pesaba menos de 40 kilos, recuperó a su hijo. “Despedirme de los Materne fue tan difícil...”, recuerda Zalman. “El último día me regalaron un reloj con la pulsera de plástico que aún conservo con mucho cariño”. En 1949, Sara y Zalman emigraron a Israel. Siguieron en contacto con Juanito hasta los 14 años, incluso se fueron juntos a la playa alguna vez, pero terminaron perdiendo el contacto.
“Volví a Bélgica en 1965, pero mis familiares me dijeron que los Materne habían muerto y que Juanito había regresado a España con su familia”. Zalman volvió a Israel, donde se convertiría en un reconocido economista, convencido de que encontrarle era imposible puesto que ni siquiera sabía sus apellidos españoles. Y no lo intentó más.
Hasta que un día, en 2010, pensó que podía usar Internet para lanzar un anuncio de búsqueda con el título Help me find Juanito y la esperanza de que alguien se reconociera en él o le aportara pistas sobre el paradero de su hermano mayor.
La historia llegó a oídos de la Fundación Raoul Wallenberg, dedicada a difundir el ejemplo de un diplomático sueco que durante la II Guerra Mundial salvó a muchos judíos de los campos de exterminio nazi y que concede la distinción de “justos entre las naciones” a quienes arriesgaron su vida para salvar las de judíos. La fundación se implicó en la búsqueda y descubrió que Juanito había sido adoptado legalmente por los Materne y tomado sus apellidos; que en 1965, cuando Zalman fue a Bélgica, seguía allí, en la misma casa en la que ambos habían convivido. Y que, desgraciadamente, había muerto en 2003. “Enterarme de aquello fue como recibir una patada en el estómago”, dice Zalman. “¡Pensar que se había quedado en aquella casa, que había estado en la misma ciudad sin verle...!”.
Zalman sí pudo conocer a los tres hijos de Juanito y a su hermana, Paquita, que le recordaba mucho mejor que él a ella y que, llamándose Paquita, no hablaba nada de español. Lo había olvidado. El periodista Henrique Cymerman recoge este reencuentro en el documental Juanito, que acaba de proyectarse durante el programa Convivencia que organiza el Centro Sefarad de Madrid para promover la solidaridad entre culturas.
“Juanito y yo éramos parte de la misma cosa, el mismo bando: el de los perseguidos”, explica Zalman. “Yo no sé si en las mismas circunstancias habría hecho lo mismo que los Materne. La gente en situaciones extremas hace cosas extraordinarias”.
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